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¿Sabías que…? La torre de la malmuerta

Seguro que has escuchado hablar sobre la Torre de la Malmuerta, pero ¿conoces su historia y una de las multitudinarias leyendas que le definen? Te lo contamos en Apartamentos Plaza.

Su Historia

Una célula real del monarca Enrique III el Doliente, fechada en Octubre de 1404, venía a decir: «E por quanto a mi servicio de saber cuantos maravedises avedes despendido en las dichas obras por que sy algunos hay sobrados que se estiendan en las labores de la torre de la Mal- muerta e de los dichos adarves«. Este documento, que alude a la financiación de los trabajos de restauración de una supuesta Torre de la Malmuerta, prueba la existencia, antes de 1404, de una torre albarrana, situada en el mismo emplazamiento que la actual, y por lo tanto, es anterior a la que hoy conocemos.

La torre que actualmente conocemos bajo el sobrenombre de Malmuerta fue edificada entre los años 1404 y 1408, inspirándose en la Puerta de Sevilla del Alcázar Viejo, que como ya mencionamos en su apartado, se trata de una torre albarrana unida a la muralla por medio de dos arcos de medio punto. El caso que nos ocupa presenta sólo un arco, que fue camino de ronda para llegar a la torre desde la muralla.

La Torre de la Malmuerta está realizada en piedra, y presenta una planta octogonal con semipirámides en la base a modo de refuerzo. Se encuentra coronada por almenas y merlones, bajo los cuales se desarrolla un friso decorativo tipo losange, realizado a base de rombos y figuras geométricas. Las aspilleras tenían labradas los huecos para encajar las ballestas, con el fin de que ésta quedara fijada y poder así los ballesteros lanzar con más fuerza.

Bajo el arco hay doble marco de piedra, en el que se encuentran incrustados el escudo del monarca Enrique III, y una inscripción que reza: «En el nombre de Dios. Porque los buenos fechos no se olviden, esta noche mandó facer el muy poderoso Rey D. Enrique e comenzó el cimiento el Doctor Pedro Sánchez corregidor de esta ciudad. E comenzose a sentar en el año de nuestro Señor Jesucristo MCCCCIV siendo Obispo D. Fernando Deza… e acabose en el año de MCCCCVIII«.

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FOTO: Artencordoba

Su leyenda

 

Muchos consideran que la llamada torre de la malmuerta, en Córdoba tiene un pasado legendario; pero hay tantos nombres, vestigios y coincidencias que cabe pensar puede haber más de historia de lo que algunos quisieran admitir. He aquí lo que sabemos. A comienzos del siglo XV un viejo y distinguido caballero del linaje de los Gómez de Figueroa se enamoró de una joven que podría haber sido su nieta. Muchos le aconsejaron que se olvidara de la doncella porque no iban a hacer una buena pareja, pero el anciano señor no podía quitársela de la cabeza. Y con buen motivo, pues Clara de Herrera era extraordinariamente bella, noble y caritativa, reuniendo sobradamente todas las virtudes que cualquier marido hubiera deseado para su esposa.

La señorita —en contra de lo que todos hubieran esperado— se mostró receptiva a las atenciones del anciano. Finalmente, él se decidió a proponerle matrimonio y ante el asombro de todos ella aceptó. Por las mismas razones que sedujeron a su marido, también era muy admirada por todos los caballeros de la ciudad, muchos de los cuales pensaron que no había resultado tan honrada como parecía, pues supusieron que la razón para casarse con el vejestorio era heredar su extenso patrimonio. Algunos, incluso albergaron la esperanza de llegar a conseguir algún día dos premios de una vez: una mujer extraordinaria y una gran fortuna.

 

Por ello, varios solteros cordobeses aprovechaban cualquier oportunidad para ser atentos con la dama. Su marido, que la solía acompañar en muchas de sus salidas, se daba perfecta cuenta del interés que suscitaba su esposa. Por eso sufría enormemente, aun cuando su mujer no actuara impropiamente. Las continuas atenciones que su esposa recibía de hombres, muchísimo más jóvenes, y la creciente inmovilidad a la que le sometían sus achaques, no hicieron otra cosa que convertir sus sospechas en obsesión. Clara, dándose cuenta del interés que suscitaba entre tantos varones y, consciente de los celos de su marido, se prometió a sí misma hacer todo lo posible para mitigar los sufrimientos de su esposo. Por esta razón limitó drásticamente sus salidas a la calle, reduciéndolas a acudir, junto a su marido, a las ceremonias religiosas y a un reducido número de compromisos sociales.

Como toda gran señora, una de sus principales actividades era la asistencia a los más necesitados, a los que socorría habitualmente. Dado que había decidido restringir al máximo su presencia pública, decidió dejar de acudir al encuentro de los necesitados. Les dijo a todos que deberían de ser ellos quienes se acercaran a la reja de la casona que el matrimonio tenía en el barrio de Santa Marina. Así pues, a distintas horas del día los necesitados allí acudían a recibir los donativos y las palabras de consuelo que ella les dedicaba.

 

Cualquier cosa que Clara hubiera hecho habría resultado baldía ya que su marido se estaba volviendo completamente loco. A tanto llegó que, incluso, creía que los mendigos eran pretendientes disfrazados que se atrevían a cortejar a su esposa en su propia casa. Imaginaba que las lamentaciones de los pobres y las palabras de consuelo de su esposa eran conversaciones de enamorados y confundía la entrega de monedas con caricias de enamorada.

Atormentado y excitado, el viejo decidió visitar a una hechicera para que le aconsejara. Una tarde, después de la siesta, acudió en su busca a la judería cordobesa y ella, después de escuchar las sospechas de su cliente, realizó unos rituales y le preparó un bebedizo que le ayudaría a ver la verdad. Tras ingerir la bebida, el viejo entró en trance y tuvo una visión de su esposa yaciendo en la cama con un joven. Muy alterado, se dirigió hacia su casa en busca de su esposa. Al encontrarla, sin mediar palabra, la asestó una puñalada en el cuello y continuó apuñalándola por todo el cuerpo hasta que Clara dejó de existir. El asesino fue prendido por la justicia y encerrado en espera de juicio.

 

Dado el linaje del acusado, era el propio rey Don Enrique quien tenía la autoridad para juzgarle. Durante el juicio, numerosos testigos de todas las condiciones sociales relataron las virtudes de Clara y la inexistencia de cualquier asomo de duda acerca de su noble y generoso comportamiento. Ante tan abrumadoras evidencias el rey declaró que no había justificación alguna para su muerte por lo que el rey dijo que se escribiera que la mujer había sido “malmuerta” por su esposo. Habiendo quedado probado que el viejo actuó bajo los efectos de un bebedizo y que no era dueño de sus actos fue condenado a estar encerrado a perpetuidad. Además, dadas las características extraordinarias de su esposa, fue condenado a restaurar plenamente su memoria, que debería quedar inmortalizada como una víctima de su injusto esposo.

El rey le sentenció al viejo Gómez de Figueroa a vender todas sus propiedades, a derribar la casona donde se cometió el asesinato y construir en ese mismo lugar una esbelta torre que se llamaría “de la Malmuerta”. El asesino debería de purgar su pena en la torre hasta la muerte. En cuanto a la hechicera —que era quien había preparado el brebaje que desencadenó la tragedia— fue condenada a morir en la hoguera. La decisión del rey fue muy alabada por el pueblo ya que la torre contribuiría a mejorar las nuevas defensas de la ciudad y la ejecución sería un espectáculo más en la siguiente reunión de la feria de la ciudad con lo que acudirían seguramente más visitantes. Sin embargo, cuando los albañiles iban a levantar la torre, en el lugar de la casona derruida, se dieron cuenta de que quedaría situada varios metros fuera de las nuevas murallas. Por ello se preguntaron si era imprescindible levantar la torre exactamente en el sitio de la casona o si podrían construirla una veintena de metros más atrás, integrada con el resto de la muralla.

Torre de la Malmuerta en el pasado y hoy

Finalmente, después de mucho deliberar, decidieron cumplir escrupulosamente con la sentencia del rey y construyeron la torre en el lugar exacto, conectándola a la muralla por un arco de medio punto. Se edificó, entonces, la torre albarrana (situada extra muros) que ha pervivido a la demolición de las murallas de Córdoba en el siglo XIX. Se cumplió así la sentencia regia de perpetuar para siempre la memoria de la bella y noble Clara Herrera, “La Malmuerta”.

 

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